Aprender a habitar las trincheras de la resistencia – Invertido Ediciones

Aprender a habitar las trincheras de la resistencia

Aprendimos desde la infancia a habitar los márgenes en una sociedad en que no tenemos permitida la existencia con una expresión e identidad de género que no sea heteronormativa. El cistema binario se nos cuela desde la etapa preescolar hasta la vejez, haciendo que nuestro desarrollo en la vida tenga miles de obstáculos, opresiones y violencias. Pero, a medida que crecemos, aprendemos a identificarnos entre nosotras y nosotres, comenzamos a manifestar diferentes formas de resistir a la heteronormatividad, a través del arte y la literatura, a través de diversas formas de luchas.

Un papel y un lápiz, y un cuarto propio, como decía Virginia Woolf, es lo que necesitábamos para pensar cómo enfrentarnos al cistema sin morir en el intento. Y lo hicimos, lo hicieron muchas antes que nosotras, no estaríamos en esta trinchera sin la memoria de quienes pusieron el cuerpo en resistencia a lo largo de la historia.

Estas palabras no pretenden ser un panfleto, mas sí un gesto político para la reflexión, para poder inquietarnos y cuestionar aquello que muchas veces invisibilizamos por miedo a que nos devuelvan violencia. Somos nosotras, las mujeres y disidencias, quienes vivimos en carne propia la exclusión, la vulneración de nuestros derechos, la falta de oportunidades y la censura de nuestras identidades y expresiones sexo-genéricas. Pero hoy, 8 de marzo, nos juntamos en las casas, en los barrios, en las aulas, en los trabajos y en las grandes alamedas a decir: BASTA.

Hoy, pero cada día nos articulamos para expresar de diferentes formas nuestras múltiples formas de luchar, tanto en el discurso como en la cotidianeidad, porque las palabras construyen la realidad, y tenemos el deber de visibilizar a través de palabras todo el esfuerzo que nos ha costado exigir nuestras demandas y hacerlas parte de la escena social y política de nuestro país.

Somos nosotras y nosotres quienes levantamos nuestras propias luchas contra la precarización de nuestras vidas, desde las múltiples formas de feminismos, elaborando discursos llenos de tristeza, pero también de esperanza porque nos encontramos y no nos soltamos más.

Somos nosotras y nosotres, desde la periferia, desde el margen, quienes nos sacamos la camisa de fuerza que nos invisibilizaba para comenzar a incomodar. Desde hace décadas que incomodamos: cuando no pudieron decir a viva voz que la premio Nobel de Literatura en Chile era lesbiana, cuando nos obligaban a firmar nuestros pensamientos, discursos o libros con pseudónimos, cuando no nos daban acceso a educación, o cuando nos relegaban a trabajos feminizados y precarizados, cuando no reconocían que el trabajo de los cuidados es lo que sostiene la fuerza de trabajo que alimenta al capital. Cuando nos violan y asesinan en plazas o en espacios públicos porque nos negamos a la heteronorma, porque mostramos formas de sexo-afectividad que no «corresponden». Pero aquí seguimos resistiendo y no nos callamos más.

Estamos aquí, dispuestes a seguir luchando, en las trincheras de las multitudes queer, porque somos las inapropiables por el patriarcado, y nos instalamos desde la trinchera que nos pongan para seguir luchando contra este cis-tema binario que nos relega al fracaso por no adecuarnos a la heteronorma, para reivindicar nuestras identidades, para reivindicar nuestras vidas como formas de lucha cotidiana, para reivindicar las disidencias sexo genéricas como agentes sociales fundamentales de nuestra sociedad que necesitan obtener los derechos que nos han arrebatado, hasta que logremos el piso mínimo de derechos fundamentales por la vida que nos deben.

Ya nos decía Julieta Kirkwood, unas décadas atrás: «A usted, patriarca entre los patriarcas, / yo me opongo hasta con mis silencios» (Tejiendo Rebeldías, 1987). Pues toda forma de manifestación en contra de la alianza patriarcado y capital es una forma de combate, tanto si es a través del papel o en una performance de tu propia existencia; debemos atrincherarnos en la resistencia que es el espacio que logramos subvertir para ejercer nuestras luchas y demandas.

Nos instalamos desde los otros feminismos, los periféricos, los marginados, los invisibilizados, los interseccionales. Los feminismos que no caben ni en la academia, ni en las investigaciones, ni en las aulas, ni en las fábricas, porque son desclasificados, abyectos, pero, no obstante, están compuestos por nosotras y nosotres, la fuerza de trabajo de este país, que este 8 de marzo se convocan a luchar por la justicia social que nos deben.

«Aprendemos sobre los mundos cuando no se acomodan a nosotros», nos decía Sara Ahmed, y, por lo mismo, aquí nos quedamos para destruir las lógicas de la opresión que nos invisibiliza, para deconstruir la heteronormatividad social y poner en tela de juicio toda forma naturalizada de opresión.

Porque ya no queremos ser nosotras y nosotres quienes incomodemos a la sociedad, sino que se devele que es el propio cistema el que incomoda, oprime y violenta, y que nosotres estamos acá para «reconstruir alianzas y construir otras nuevas, pensando en objetivos que nos unen más que en identidades. Avanzar juntes en derechos y libertades sin dejar a nadie atrás», como nos anima Gracia Trujillo.

Por todo lo anterior, hoy seguimos en la lucha, y buscamos formas de seguir incomodando desde los márgenes para que los centros de poder caigan, para que nunca más tengamos que vivir con miedo a ser asesinades, para que ningún acto de violencia siga quedando en la impunidad, para que nunca más en Chile.

Hoy, como todos los días, desde la trinchera que te representa, no sueltes la mano de quien encontraste en este camino de resistencia, porque juntas y juntes vamos caminando a exigir la vida que nos deben.