Debo confesar que tengo el mal de muchos lectores: el deseo de tener más y más libros. Este deseo me lleva a comprarlos aun cuando tengo muchos sin leer, incluso sellados con plástico protector. Esta necesidad de poseer la mayoría de los libros que leo —admito que hace pocos años empecé a aprovechar en su totalidad las bibliotecas— me ha llevado a tener muchos libros en casa. Con el paso de los años, y gracias a la definición de mis gustos, las compras empezaron a ser en su mayoría de libros con temática o de autores LGBTIQ+.
Recién el año pasado decidí de forma consciente comenzar a construir mi propia biblioteca LGBTIQ +. La principal razón de esta inspiración fue un viaje que realicé a Medellín, ya que pensé mi visita a la Fiesta del Libro y la Cultura [1] como la oportunidad perfecta para conocer autores y libros que difícilmente llegarán a ser publicados en Chile o que se venden muy caros en el caso de ser trabajados por transnacionales. Esta misión me llevó a conocer textos como Vista desde una acera de Fernando Molano Vargas, Mundo cruel de Luis Negrón y Las gafas de oro de Giorgio Bassani, entre otros.
Este año, antes de todo el caos por la pandemia, decidí tomarme una semana de vacaciones y partí a Buenos Aires con una amiga. La misión seguía en pie, así que hice una investigación previa sobre literatura y autores LGBTIQ+ y también recorrí librerías. Agradezco mucho a todas aquellas librerías que tienen una sección especial para la literatura queer y de género. Mi búsqueda fue recompensada con libros como Las malas de Camila Sosa Villada, Utopía Queer de José Esteban y Amores como el nuestro de Charo Márquez.
Hace poco le comenté a un amigo lo que estaba haciendo y yo dije que era «activismo editorial». Me gustó ese término. Nunca he sido una persona políticamente activada en relación a la comunidad (pensar en esto por lo que nunca tuvo en un colectivo o agrupación) y pensar que estoy haciendo una especie de activismo en solitario al tomar esta decisión en mis lecturas me muy interesante. Pasé años leyendo obras de autores cis y heterosexuales en las cuales tomaban voces y espacios pertenecientes a las disidencia sexuales, así que ahora darle mi atención a autores de la propia comunidad que quieren contar sus historias me parece muy necesario.
Los autores y textos LGBTIQ+ merecen un espacio en la industria editorial y esto se ha notado en los últimos años. La literatura juvenil es un gran ejemplo de los avances que la industria ha hecho, ya que ha sabido satisfacer la demanda con autores disidentes e historias que hablan de una inclusión que yo no encontraba en mi adolescencia. Da espacios y valida la escritura de autores que se identifican dentro del espectro queer (gay, bisexual, lesbiana, trans, no binario, asexual, etc.), lo que permite que las historias lleguen a jóvenes LGBTIQ+ que las necesitan.
Hay una gran riqueza de voces que pueden quedar ocultas bajo el exceso de voces heterosexuales en la industria editorial y, desde mi pequeña biblioteca, estoy intentando rescatarlas y darles su espacio, un libro a la vez. Pero también necesitamos que las editoriales y librerías se den cuenta de que la comunidad LGBTIQ+ es más que una campaña de marketing para ser recordada durante el Mes del Orgullo, necesitamos tener espacios en donde nosotros, como lectores, podamos acceder con facilidad a libros que cuentan nuestras historias, sean novelas, teatro, poesía e incluso investigaciones y ensayos. Nuestra comunidad ha tenido grandes voces que le han dado reconocimiento mundial a Chile; entonces, ¿por qué nos siguen relegando al final de su lista de públicos objetivos y nos toman en cuenta solo para fechas específicas?
Por lo anterior, creo que es importante que cada lector tome decisiones conscientes sobre lo que lee, lo que en mi caso se tradujo a centrar mis lecturas y compras en historias en las que me puedo ver reflejado o puedo encontrar a mi comunidad. No quiero decir que cada lectura debe estar mediada por un pensamiento político y contestatario, pero sí debemos decidir hasta qué punto apoyamos una industria que no toma en cuenta nuestras historias y problemáticas. Quizás pequeñas acciones personales pueden lograr un gran cambio.
[1] Es una Feria del Libro que se realiza cada año en un jardín botánico y que se moviliza en toda la ciudad a través de diferentes actividades culturales.